Creador de las nuevas oportunidades, de los nuevos mundos. Expansión de la Sabiduría a través de su fuego. Vencedores innatos regidos por el Dios Sol. Éxito garantizado.
Los árboles Fénix son algo escasos. Son árboles cíclicos. Cada uno responde a su propio ciclo lunar. En todas las regiones de todos los lugares del planeta, se divisa por lo menos uno.
Son esos árboles que son perceptibles desde la lontananza. Más si bien no suelen ser muy grandes en tamaño, sí lo son en su magnificencia esencia, y ella puede respirarse en el aire que los circunda en muchas hectáreas a la redonda.
Son árboles rebeldes que, desde retoños, muestran dificultad para acatar leyes impuestas por otros árboles, revelándose de manera activa. Desde muy jóvenes, deciden voluntariamente apartarse de las arboledas concurridas para encontrar a solas sus propias respuestas a sus disconformidades.
Son esa clase de árboles que, una vez que descubren el poder de su fuego, deciden dedicar sus mejores momentos a aportar belleza al mundo, a llenarse de Sabiduría y de Amor; para que una vez llegado el momento, al autoinmolarse, puedan esparcir en el viento el Amor y la Sabiduría que llevan dentro.
A través del poder de su Amor, son capaces de generar luz incluso en la oscuridad más absoluta.*
Son esos árboles que con su fuego van sanando toda su genealogía y, por simpatía, la de otros árboles colindantes. Con su luz, guían a otros muchos, incluso de bosques y arboledas lejanas, y cuentan que, en ocasiones, su esencia llega a propagarse a lo largo y ancho del planeta.
Ellos conocen bien los significados del color del fuego. Su fuego siempre es azul.
Cuando siente que es el momento, solicita un rayo conductor al Dios de la Tormenta. Y de forma casi instantánea, cual antorcha del Olimpo, prende en un ruidoso, explosivo e inconfundible impacto… mostrando, sin lugar a duda, su sempiterno poder.
El azul de su fuego es tan intenso que puede divisarse a millones de kilómetros de distancia. Desde constelaciones y estrellas más cercanas como las Pléyades, Sirio u Orión…, llegando incluso a apreciarse en otros planetas, como en Venus.
El proceso de extinción de su fuego dura 3 días y 3 noches.
Arde simultáneamente desde su centro hasta las hojas y las raíces, expandiendo sus llamas hacia un horizonte infinito. Hasta que, de una manera prácticamente imperceptible, por unos nanosegundos, deja casi de existir, y es ahí, apenas disuelto su último átomo de existencia, justo en el momento en el que tendría que dejar de Ser, cuando se produce la maravillosa expresión del Amor hecho vida.
Y en consecuencia, al instante, un nuevo árbol Fénix brota…
Desde el lugar en el que un día crecieron otras raíces…
Desde otras cenizas de las que brotar…
Este artículo pertenece a la edición 001 de la Revista ConCiencia Magazine. Si quieres leer la revista completa ve a ConCiencia Magazine 001, Edición Mayo 2022